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El 7 y 8 de julio de 2017, cuando los criminales de guerra más exitosos del presente, los más inescrupulosos explotadores de humanos y de la naturaleza, los autodeclarados líderes de este planeta, se reúnan en Hamburgo, no serán confrontados y, por tanto, re-evaluados con algunas exigencias para un mejor gobierno o esclavitud social.
Van a sentir la rabia de las calles cuando estén pasando con sus convoyes a través de distritos desiertos y hablando sobre los ataques nocturnos de las últimas semanas.
Este llamado, como tantos otros durante encuentros semejantes, no quiere perderse en un análisis de la importancia de la cumbre del G-20 o de la política de sus participantes. La injusticia del mundo fue declarada mil veces, cualquier persona que sienta voluntad de actuar ahora no necesita leer otro texto.
Queremos hablar de aquellas que ya están envueltas en la lucha contra el capitalismo y sus Estados y sociedades conformes, en este caso de nosotras.
Desde Seattle, en 1999, las protestas contra las cumbres fueron un catalizador de la resistencia radical; individuos y grupos se reunieron, intercambiaron ideas, permanecieron juntos tras las barricadas y llevaron la llama de la resistencia de vuelta para sus regiones. Ni siquiera los disparos en Gotemburgo y en Génova o los numerosos informantes infiltrados pudieron impedir el desarrollo de una red caótica de tendencias autónomas/anarquistas/antiautoritarias en toda Europa.
Entonces, la crítica de que el evento fuese muy activo surgió, como si alguien hubiese implorado para que funcionase como un “turismo manifestante” en cualquier ciudad. Las protestas contra el G-20 en Cannes y Niza en 2011 fueron preparadas en este resplandor de champán de algunos gestores del movimiento. Todo debe ser diferente, mejor, más político. En aquella época, ninguna conclusión o análisis fue divulgada posteriormente, la resistencia simplemente falló, sólo las coartadas habituales de las ONG’s tocaron sus programas.
Entonces, ahora es Hamburgo y los responsables en las sedes asesinas de los servicios secretos, las autoridades policiales y los comandos militares se están tirando de los pelos. Temen que estemos yendo. Pero no tenemos un liderazgo que pueda ser eliminado, nuestra resistencia no depende del comportamiento esquemático de algunos individuos. Tal vez nada ocurra si tú, que estás leyendo este texto ahora, no fueses a actuar. No esperes a que otros preparen algo para ti, de modo que tú sólo tengas que embarcarte.
Con certeza habrá una gran manifestación de los idiotas de la izquierda, que quieren hacer su ritual democrático, como un cierto Sr. Marx les enseñó hace 150 años. Y tal vez nosotras estaremos allí, también, o al margen o detrás de las líneas de la policía. Aun hay mucho tiempo para pensar y preparar eso.
Mientras tanto, estamos llamando para una campaña en la víspera, contra cualquier forma de poder. Queremos destruir, en julio de 2017 (incluso si sólo es simbólicamente…) el imperio del patriarcado sobre las mujeres, la regla de los Estados sobre sus fronteras y los centros urbanos, la regla del trabajo sobre nuestro tiempo, la regla del dinero sobre nuestro comportamiento social, la dominación de los bienes sobre nuestras vidas, la regla de los policías sobre el miedo a la represión en nuestras mentes.
En Hamburgo y en todos los barrios, un número infinito de objetivos son adecuados para la destrucción, por eso debemos comenzar ahora con ellos. De modo que, en julio de 2017, la alienación entre el mundo del G-20 y el resto se vuelva tan grande que ya no necesitemos de cumbres para reunirnos. La campaña militante contra el G-8 de Heiligendamm, 2007, podría servir de modelo porque nos dio, además de innumerables procesos preliminares, a una nueva generación de activistas de acciones clandestinas autodeterminadas y a los policías huyendo de la lluvia de piedras en Rostock, la comprensión de su propia fuerza y de las posibilidades de la organización horizontal.
Aparte de eso, llamamos también a una profundización teórica de nuestra práctica, en la que la presencia o ausencia del anarquismo deba ser probada para revueltas, como recientemente en Francia, como en Frankfurt en marzo de 2015, rituales como en el 1 de mayo o en la política cotidiana del vecindario y en la lucha contra los nazis.
Porque en todos los lugares donde no estamos presentes no podemos reclamar el dominio de los reformistas. Y donde hay solamente frases vacías con una A circulada, se crea una charla superficial de un “consenso de las acciones” oído con un posterior distanciamiento. Tal discurso tendría que ir más allá de las referencias al G-20 hasta ahora (bienvenidas) en las reivindicaciones de responsabilidad.
Nuestra resistencia contra la cumbre del G-20 no quiere ser “victoriosa” en el sentido de impedir ese evento. Podría ser el inicio de algo que también podría comenzar en cualquier otro día. El auto-empoderamiento del individuo sobre la existencia y la (auto) organización en estructuras colectivas. Pero sólo un llamado para eso difícilmente llamaría la atención. Por lo tanto…
¡Ataquemos a la cumbre del G-20!
¡Arrojemos Hamburgo al caos!
¡Destruyamos la fortaleza europea!